Aperitivo #0006: violencia
Nací en el otoño de 1998. Un 15 de abril.
De aquel día, naturalmente, no tengo recuerdos. Mi memoria inicia, en fragmentos, a partir de los primeros años que pasé en Guayaquil. Las iguanas, la papaya y el mamón, el perro del vecino que adopté como propio, la sopa de queso, los amigos gringos de mi viejo —sus hijos, los míos—, la culebra que entró a la casa desde el jardín. Yo, tan argentina, marco el principio de mi existencia en otro país.
Las imágenes del retorno a Buenos Aires en el 2001 son borrosas. Podría decirse que tiene algo de bendición.
Funciona de formas extrañas, la memoria. Más allá del clima de cumpleaños, me encontré pensando mucho en mi infancia porque, días atrás, me regalaron el perfume J’adore de Dior. Si bien no alojo su aroma en el católogo de fragancias de la niñez, sí tengo presente su comercial con Carmen Kass con una gargantilla y un vestido blanco en una piscina de oro, aquel con Charlize Theron desnudándose en un departamento parisino, su botella elongada y de cuello dorado que vi, solo una vez y hace mucho tiempo, en el baño de mi mamá. Dice que el de ella también fue un regalo.
Poco antes de mi nacimiento, en enero, John Galliano, como director creativo de la Maison Christian Dior, presentó la colección SS98 RTW. Empleó brocato y pedrería, encajes y satén, estolas y tocados, gargantillas y collares apilados, aros colgantes, chaquetas “de caballero”, flecos, guantes y zapatos de tacón en la construcción de un lenguaje que entreveró las siluetas del minimalismo de los ‘90 con el Art Decó de los años ‘20, el estilo boudoir y la joyería tradicional de algunas culturas asiáticas y africanas. La consigna, a grandes rasgos, fue la opulencia, la decadencia, una inalcanzable, poderosa sensualidad.
De esa manera, inspirándose en los collares típicos de las mujeres Kayan, una minoría étnica tibetobirmana de Myanmar, Galliano brindó el puntapié inicial para el diseño del envase del J’adore, creado por Hervé Van der Straeten. El perfume, lanzado en 1999, fue pensado como una representación del aroma del oro sólido por el parfumeur Calice Becker. El hecho de que las bobinas de las padang sean de latón —y no de oro— no pareciera tener efecto sobre esta retórica.
Ahora bien, la cuestión ética salta de la pantalla al llegar a esta instancia del texto. Discursos de imperalismo, opresión, exotismo y apropiación cultural encienden las alarmas de modo automático. Sobre ello, tengo dos observaciones: 1) estos debates, y en ese grado de profundidad, no eran moneda corriente más de 25 años atrás, y 2) si bien podría tratar de plantear un comentario desde el lugar de la influencia que tienen sobre el cuerpo los estereotipos de belleza, pienso que solo podría brindar una mirada occidentalizante, parcial y violenta.
La violencia tiene multiples caras, muchos idiomas, millones de protagonistas. A veces, como en este caso, puede implicar la violencia de tratar de contar la historia del otro, la violencia que se ejerce sobre el cuerpo ajeno, el parecido que tiene esa violencia con las concepciones propias, con el cuerpo propio, con la vida propia. Otras, la violencia se muestra y se esconde como un juego de feria, nos toca la espalda y se mete cien metros bajo tierra, nos engaña, nos confunde, nos hace creer que no existe, que no existió jamás.
Pienso que, en estos momentos en los que a la violencia le sobra oxígeno, es importante hacerle lugar a las narrativas sobre, y no de, la violencia: hay que conocer sus trucos para que no nos agarre desprevenidos. Con este propósito, el arte es la mejor herramienta.
La misma semana que terminé de leer La llamada de Leila Guerriero, un retrato de Silvia Labayru, militante montonera, detenida-desaparecida en la exESMA y denunciante en los casos por violación en la dictadura; visité la muestra “Lo que la noche le cuenta al día” en Fundación Proa. Concebida por el Padiglione d’Arte Contemporanea (PAC) de Milán y con la curaduría conjunta de Andrés Duprat —director del Museo Nacional de Bellas Artes— y Diego Sileo, del PAC, la exposición reúne a veintidós artistas argentinos en un “catálogo de representaciones de diferentes modos de crítica social y de distintas formas de violencia”, según dice una de las paredes de la sala.
Política, física, psicológica, económica, sexual, cultural, bélica, ecológica: la violencia se vuelve metáfora y carne en los tajos de Lucio Fontana, los grandes bastidores sin luz de Ana Gallardo, el famoso Cristo tantas veces censurado (La civilización occidental y cristiana) de León Ferrari, Liliana Maresca vendiendo su cuerpo en una revista, la naturaleza en llamas de Miguel Rothschild. Entre la conmoción y el enojo —¿por qué, de todos los temas, a Buenos Aires le ha tocado este?—, “Lo que la noche le cuenta al día” ejerce un mecanismo intradérmico, implantando subrepticiamente el pavor, la incomodidad, el malestar de lo que se representa. Hace sentir esa violencia.
Elegí hablar de la violencia en ocasión de mi cumpleaños porque mañana se conmemoran 26 años de mi nacimiento y, en consecuencia, del primer parto de mi madre. Dentro del espectro de la violencia de género, también se encuentra la violencia obstétrica, representada por “tratos deshumanizados y exceso de intervencionismo médico sobre sus procesos reproductivos y sus cuerpos” según el IdIHCS (UNLP/CONICET). Además, agrega que “se trata de una de las formas más naturalizadas e invisibilizadas de violencia de género por sostenerse en dos relaciones de poder asimétricas cristalizadas y legitimadas socialmente: de género y médico-paciente.”
Por eso, como regalo de cumpleaños, me gustaría pedir y proponer que llamemos a la violencia por su nombre, que busquemos modos, más o menos ¿bellos?, de representarla, que tratemos, en última o en primera instancia, de asfixiarla.
¡Salud!
Todo lo que necesito es moda, champagne y…
Esta muestra 🎨: "Lo que la noche le cuenta al día" en Fundación Proa (Av. Don Pedro de Mendoza 1929, La Boca, Capital Federal)
Este libro📚: Armas para la rabia de Marie-Pier Lafontaine (Ed. Godot).
Este objeto 🎡: la fragancia J’adore de Dior, obviamente.
Este artículo 📰: la entrevista que le realicé a Juana Farrell, Brand Manager de Prüne, para L’Officiel.
Esta película🎥: Alemania, película argentina dirigida por María Zanetti, que llegó el pasado jueves a los cines.
Estoy en Instagram, Twitter y en pola@revistapola.com para sus consultas, comentarios y potenciales insultos. Y si llegaron hasta aquí, ahí van las novedades que anticipé algunos días atrás en redes: dentro de poco, Moda & Champagne tendrá un cambio de nombre y pasará a estar en una plataforma de difusión mucho —muchísimo— más amplia. A raíz de ello, en alguna de las próximas entregas les pediré que se suscriban en otro link para poder seguir recibiendo las entregas de Moda & Champagne a través de aquel medio. Luego lo explicaré mejor, pero ya están avisados. Gracias por leerme y por estar siempre.