Old Money, New Money, No Money
Un recorrido por el fenómeno de las "niñas lino", las eco-warriors inesperadas de la alta sociedad porteña.
Tengo que hacer una confesión. Quizá caiga como una sorpresa —una bomba— o tal vez ya lo supieran, por deducción o asociación, pero es muy importante que lo diga hoy, ahora, antes de que sea demasiado tarde: muchas de mis amigas son, o fueron, en mayor o menor medida, niñas lino.
Viven en Pilar o en San Isidro, tienen campos y casa en Punta del Este, familiares o novios polistas y toman el té. Todas toman el té. Abuelos, padres empresarios, políticos, fundadores, a veces me las encuentro, sin saberlo y sin quererlo, en el nombre de alguna calle, un edificio, un libro de historia. Muchas de ellas usan lino, muchas no, aunque ciertamente tienen, en su armario, algo de ese género, por el simple hecho de que el lino no es estética, no es textura, no es siquiera un sinónimo de dinero: es linaje.
Pero también…
Una planta. El lino es una planta. Y por más indescifrable que parezca, la transformación del lino —planta— al lino —tela— no es muy compleja: hace nueve mil años, cuando todavía no existían la penicilina, el vodka tonic y los memes, las personas ya usaban lino. Con el lino se momificaba a los egipcios y fue, antes del descubrimiento del algodón, la fibra textil más relevante despúes de la lana.
El lino es durable, fresco, seca rápido, es antibacteriano y funguicida, protege contra los rayos UV y por poco no te deja limpios los platos, te contesta los mails y te paga las expensas. El lino se arruga, se encoje, se deforma, el lino es rústico, el lino es caro, el lino es importado —casi dos tercios de toda la producción mundial proviene de unas 80 mil hectáreas ubicadas entre el norte de Francia y Holanda—, el lino es, literal y figurativamente, un entramado de historias, sentidos, significados y, en última instancia, hilo.
Antes de la aparición del concepto de niña lino, que irrumpe en el discurso a partir de un video de Maureen Fellner, con mis amigas hablábamos del estilo La Huella —un famoso parador de José Ignacio— y definíamos a las madres de las niñas lino como Mamis La Huella (MLH), cuyo exponente máximo es la ex Primera Dama de la República Argentina, Juliana Awada. Las niñas lino eran, en consecuencia, Hijas La Huella (HLH): casi un título nobiliario, un sistema de contabilidad o bien las siglas de una droga sintética.
Por otra parte, y ahondando aún más en la complejidad del término, en una cumbre de intelectuales a la que asistí —conformada íntegramente por Newman Boys— a la niña lino la bautizaron: chica bien. Y acá la cosa se pone, francamente, espeluznante. No todas las chicas bien son niñas lino, en el sentido estético de la palabra, pero todas las niñas lino son, definitivamente, chicas bien. Y esto es lo más importante de todo: ser una niña lino es llevar un estilo de vida lino, con una familia y conocidos lino, una billetera lino y, tal vez, una camisa de lino.
La definición de chica bien que nos compete es obvia, arcaica, es clasista, machista, y todos los otros -istas. Un identikit burdo la describiría como una mujer joven de buena familia —mínimo tercera generación—, probablemente porteña y católica —el resto del país y el universo judío son un mundo aparte lleno de chicas bien pero no estas chicas bien—, de colegio privado —pero no cualquier colegio— y, por sobre todas las cosas, discreta, modesta, fina, elegante, pura, con clase y casi virginal. Las chicas bien, las niñas lino, no son ordinarias, ni sugestivas, son naturales, límpidas y de aspecto tan etéreo y asexual como un ángel. O al menos eso parece.
En el psicoanálisis, Freud identifica un fenómeno —que luego llevaría el nombre de complejo virgen-prostituta— en el que el hombre —algún hombre, no todos— es incapaz de tener excitación sexual en una relación amorosa porque, en sus ojos, hay un escisión fundamental entre las mujeres: o son vírgenes y amadas o prostitutas y deseadas… ¿será posible, para ellos —ellos—, desear a una mujer lino alguna vez?
La rubia, tarada, bronceada, aburrida…
La teoría de trickle down o goteo sostiene que, en su consumo de indumentaria, las personas tienden a imitar a un grupo de referencia más elevado en la escala socioeconómica. O sea, todos quieren parecer ricos, o más ricos, lo sean o no.
Primero, junto con el auge de la estética Y2K, la consigna era ser milipili, un personaje que condensa el culto a la delgadez, a la ostentación, al consumismo y a la frivolidad de los ‘90 y los ‘00. Prendas cut-out de elastano, carteras Zadig & Voltaire, tiro bajo, viajes a Miami: aspiracional, menemista, ruidoso, new rich.
Sin embargo, mientras esto ocurría en el mundo de habla hispana, entre las temáticas de Tik Tok en inglés ganaba tracción el old money look: una copia caricaturesca del estilo WASP (White Anglo Saxon Protestants) en Estados Unidos y de la nobleza en los países europeos, que se caracteriza por el uso de prendas blancas o de inspiración náutica, de sastrería y textiles nobles y, en general, por la exhibición de un lujo silencioso, sin logos ni marcas evidentes, un lujo solo para entendidos, para aquellos que no tienen nada que demostrar. En Argentina, el estilo de las niñas lino.
En las últimas colecciones, con el fantasma de la recesión en la espalda, la moda se ha empeñado en enfatizar la calidad, la utilidad y la inteligencia de las prendas. Las estéticas populares, fantasiosas, estridentes de la pre y post pandemia desaparecen, y con ellas sus diseñadores: Alessandro Michele deja Gucci, Jeremy Scott abandona Moschino, y no queda claro si Demna continuará, luego del escándalo y pobre manejo de la crisis, en Balenciaga. El lenguaje del presente ha cambiado, la moda está agotada, llegó la hora de la quietud.
Hay dos aspectos sumamente esperanzadores en la primacía del estilo de las niñas lino. Por un lado, me resulta curioso descubrir cómo será masticado, deglutido y reinterpretado en el mundo digital: mímicas torpes, aisladas, selectivas e inocentes que llevan a confusiones frescas y a miradas nuevas. Es decir, quiero ver qué pasa en ese agujero de gusano en el que un vestido de lino se convierte en un conjunto de frisa. Diversión personal y ya.
Por otra parte, obviando íntegramente el contenido simbólico de sus elecciones, el estilo de las niñas lino nos puede enseñar algo muy valioso sobre el vestir: las prendas durables, atemporales y funcionales de géneros nobles y buena calidad siempre van a estar —o estarán— de moda. Las niñas lino son, aunque no lo sepan ni lo quieran, referentes de estilo, el objeto de este texto, fuente de odio y de envidia por igual, chicas bien y, en un giro inesperado de los acontecimientos, eco-warriors. En un mercado inundado por fast fashion, en el lino we trust.
Posdata
Hoy es el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia y quiero cerrar esta entrega con una imagen del Siluetazo (1983), una experiencia estética y política —y sobre todo tangible— de la desaparición. Otro 24 de marzo pidiendo más memoria, más verdad y más justicia. Nunca más.
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Una de las mejores decisiones que pude haber tomado en el año, sin dudas, es haberme subscripto a Moda & Champagne. Me resulta muy interesante el contenido que nos das, y la forma que tenés para expresarlo. Me encanta.
Ahora entendí mejor el concepto de "niña lino". Marc Zuckerberg, entraría en este concepto? Sacando que no viene de una familia de bien, voy más a su estilo super simple (por no decir basico) pero de marcas lujosas.
pd: me encantó esta news letter!