Revista Pola se confiesa: "Cuando dicen que parezco un niño de 5 años usando la ropa de sus padres tienen razón"
Una entrevista sobre enfrentar el qué dirán y el vestirse como a uno le da la gana.
El primer indicio de que la ropa era importante para mí lo tuve cuando a mis ocho años encontré un blazer de corderoy rosa en Cheeky. Tenía la costumbre de usar saco y corbata para el colegio —eran obligatorios para los actos—, conocía esos modelos bien entallados en negro y en rojo y en marrón de mi mamá y los amplísimos trajes de mi viejo, a la moda del momento, pero nunca había visto uno así: para mí.
La tendencia entre mis amigas era usar buzos Gap. Además de que obviamente no tenía un buzo Gap, y ni hablar de más de uno, ni siquiera sabía qué era un buzo Gap, de dónde venía, qué era Gap y por qué nadie me había invitado a ese club. El mundo de la moda existía, para mí, en los vestidos de Oscar de la Renta y los stilettos Jimmy Choo —¡hace unos meses compré mi primer par!— que veía en Vogue y, fundamentalmente, en la vestimenta masculina, en el traje, la camisa y la corbata que usaban los mafiosos de las películas, los empresarios y hasta el mismo presidente, Néstor Kirchner en su momento: el uniforme del poder. Yo quería poder.
Preppy, rollinga, dark, avant-garde, experimental, diva y hasta botinera: según mi ropa, mi forma de vestir, viví todas las vidas. El taco alto, las uñas coloradas, los tapados de piel —sintética o natural de segunda mano, ni se les ocurra perseguirme con esto—, la sastrería y una suerte de insolencia bastante enervante están entre las pocas cosas que me acompañaron siempre. En cambio, entre aquello que nunca pude, ni podré, adoptar por completo está la tendencia, el famoso buzo Gap.
Me gustaría que fuera algo adrede, una elección, una lucha contra la uniformidad, pero no lo es. Se trata, creo yo, de una mezcla entre pereza y confusión, una aversión total a poner mi energía en imitar cualquier cosa que podría hacer yo. Por eso, cada vez que recibo la pregunta de cómo hago para ponerme lo que quiero sin pensar en el qué dirán no sé qué responder. La realidad es que no tengo ningún plan: me visto cómo sé, cómo puedo, cómo tengo ganas y cómo me conviene. Cuando dicen que parezco un niño de 5 años usando la ropa de sus padres tienen razón: así me siento al vestirme, y por eso la paso tan bien.
Y ahora tengo que hacer una aclaración: el título es una mentira. Yo lo llamo licencia poética, pero ustedes pueden decirle mentira. La entrevista que van a leer a continuación es una versión editada —para hacerme quedar mejor, obviamente— de una serie de preguntas que me hizo Macarena Almeira, una estudiante de periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, para uno de sus trabajos prácticos.
MA: ¿Cuál fue tu primer contacto con la moda? ¿Te interesó desde muy chica?
RP: Siempre pienso que la respuesta a esta pregunta es muy trillada, pero sí. Me encantaba vestirme, sobre todo porque notaba que mi sensibilidad estética era muy distinta a la de la gente que me rodeaba y eso me permitía hacer mi diferencia, mostrarme a mí. No podía estar a la moda de mis pares por cuestiones económicas y culturales (mis papás no podían pagarlo y tampoco la entendía) y por eso construí un gusto a partir de ver películas y series, de leer Vogue, de usar vestimenta "masculina" (soy fanática de la sastrería desde muy chica y es algo que se mantiene al día de hoy), de traducir un mundo interno en la ropa. La moda y la escritura fueron fundamentales para mí por una cuestión identitaria: eran el único modo que conocía de mostrarle al mundo quién era y en dónde radica mi esencia.
MA: ¿Alguna vez sentiste que era imposible trabajar en la industria de la moda? ¿Qué le dirías a una persona que quiere entrar en ese mundo pero que no tiene los recursos o cree que es incapaz de insertarse?
RP: Obvio. Además de que es muy difícil concebir la moda desde una geografía y una economía como la nuestra, hasta que descubrí el anti-fashion no pensé que alguien con mi aspecto y mi inclinación a lo ¿intelectual? y una suerte de rebeldía a la tendencia (siempre fui muy desacatada) tenía un lugar.
Hoy es mucho más fácil ver el mundo, yo crecí leyendo Vogue y viendo cómo la maltrataban a Pampita (¡!) por ser morocha y me costó muchísimo desarticular ese mecanismo psicológico. Por eso hincho tanto las bolas con la representación. En cuanto a lo segundo: pienso que cada circunstancia es distinta y que yo soy una persona súper privilegiada en cuanto a lo económico, al nivel de educación que pude acceder y a las posibilidades que tuve de experimentar y elegir.
Estoy súper agradecida con mis padres que se esforzaron muchísimo [acá en realidad dije rompieron el orto] para brindarme un montón de oportunidades. Lo tengo clarísimo y busco honrar todo ese esfuerzo. Por ese motivo me cuesta pensar en qué le diría a una persona en esa circunstancia, porque sé que tengo una situación privilegiada. Si tuviera que pensar en algo: primero, la salida es colectiva; y segundo, hay que desarrollar cultura general y una buena diferenciación de marca personal.
MA: Te consumo hace varios años y sé que tu estilo no es el típico y que te gusta combinar prendas que quizás mucha gente no se anima por el qué dirán. Quería saber si alguna vez tuviste una situación de incomodidad en la calle con respecto a cómo estabas vestida y qué le dirías a esas personas que quieren salir de la zona de confort pero no se animan a vestirse como les gustaría por el miedo a la discriminación.
RP: Toda mi vida me vestí a mi manera y sufrí miles de casos de discriminación pero no me importa. Prefiero ser negada en mi propia piel que aceptada en la de otro. Veo ropa todo el día hace muchísimos años y tengo la mirada muy entrenada para entender referencias, decisiones y estéticas personales: la gente que se escandaliza por ver a una persona vestida de una manera inesperada tiene poca cultura visual. No digo que sea algo malo, es un tema de entendimiento, una cuestión animal. Es como cuando te dicen que las arañas te tienen más miedo a vos del que vos les tenés a ellas: prefiero toda la vida ser una araña con un lindo sombrero. [Acá la metáfora es que, en definitiva, todos somos víctimas y victimarios del qué dirán y que, por eso, prefiero hacer lo que se me da la gana.]
MA: ¿Que planes tenés para el futuro? ¿Sentís que tenés las herramientas para cambiar la industria?
RP: No pienso en cambiar la industria porque las cosas son colectivas, sí pienso en que puedo empoderar a otras personas para poder hacer ese trabajo en conjunto. En cuanto al futuro: publicar un libro (o varios), escribir más y en más medios, seguir con mi —este— newsletter, lanzar mi podcast, lanzar revistapola.com y construir una empresa de medios, dar clases y dejar de trabajar como influencer: solo usar mis redes como un canal para aportar contenido de valor, no me interesa más ser la página de avisos clasificados de Clarín.
Todo lo que necesito es moda, champagne y…
Esta prenda👕: fui a buscar unos looks a Justa Petra en condición de influencer y me topé con estos zapatos.
Este libro📚: Cometierra de Dolores Reyes.
Este objetos 🎡: renové toda mi rutina de skincare con una marca de cosméticos que se llama Kosmos y me cambió la vida.
Este contenido📱: [autobombo] este fin de semana van a tener disponible en mi canal de YouTube y mi perfil de Tik Tok una visita a la fábrica artesanal de zapatos de Sarkany.
Esta película🎥: Air, la historia del contrato multimillonario entre Nike y Michael Jordan, dirigida por Ben Affleck.
Gracias por leerme. Estoy siempre en Instagram, Twitter y en pola@revistapola.com para sus consultas, comentarios y potenciales insultos. Les deseo un excelente fin de semana y nos vemos el viernes próximo.